Afrontar una pérdida es quizás la experiencia más dolorosa por la que pueda pasar una persona.
Restablecer el equilibrio emocional y recuperar nuestra vida; aún a sabiendas de que jamás será como antes, conlleva tiempo y esfuerzo para reorganizar y reestructurar de nuevo nuestro mundo.
La forma que tenemos las personas para afrontar una pérdida, sea del tipo que sea, es a través del duelo.
A menudo, se asocia únicamente el duelo con la muerte de un ser querido; pero el proceso de elaboración de duelo tiene lugar cuando se vive cualquier pérdida significativa.
En este sentido, entendemos como pérdida cuando dejamos de tener algo que nosotros consideramos importante. Algunos autores clasifican los tipos de perdidas en cinco bloques:
- Pérdidas de la vida. Es un tipo de pérdida total, ya sea de otra persona o de la propia vida, como sería el caso de una persona que se enfrenta a su propia muerte debido a una enfermedad terminal.
- Pérdidas de aspectos de sí mismos. Son pérdidas que tienen que ver con la salud.
- Pérdidas de objetos externos. Se trata de pérdidas materiales, como por ejemplo la pérdida del trabajo, la situación económica, pertenencias y objetos.
- Pérdidas emocionales. Como pueden ser las rupturas de pareja o amistades.
- Pérdidas ligadas al desarrollo. Son pérdidas relacionadas con el propio ciclo vital normal (adolescencia, vejez, menopausia…).
El proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida.
Al afrontar una pérdida, sea a causa de la muerte de una persona significativa o por cualquier otro motivo, se inicia el proceso de elaboración del duelo; que es la forma que tenemos de adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Si bien es una respuesta emocional que desestabiliza de manera temporal a la persona que ha sufrido la pérdida, es importante entender que se trata de un proceso evolutivo normal, un proceso de adaptación natural que permite reencontrar el equilibrio que se ha roto por la pérdida.
En palabras de Doug Manning: «El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estas cansado, comer cuando tienes hambre, estornudar cuando te pica la nariz. Es la manera en que la naturaleza sana un corazón roto».
El proceso de duelo se inicia con la toma de conciencia de la posible pérdida.
Este hecho moviliza las emociones, que a su vez, preparan al cuerpo para la acción, es decir para expresar los sentimientos (de tristeza, rabia, impotencia…).
La manifestación de los sentimientos es una acción necesaria para tener plena consciencia de la ausencia, de aquello que ya no está.
Y esta toma de consciencia, el contacto con la temida ausencia, es lo que permite completar el proceso: aceptar la nueva realidad.
Las psicólogas Olga Herrero y Concepción Poch, describen las siguientes características del proceso de duelo:
- Es un proceso. Aunque la persona al afrontar una pérdida tiene la sensación de que el mundo se paraliza; en realidad el duelo es un proceso que evoluciona a través del tiempo y del espacio.
- Es normal. El duelo es una respuesta normal ante una pérdida significativa; todos lo sufrimos a lo largo de nuestra vida, aunque la manera de afrontarlo es diferente en función de nuestras características y recursos personales.
- Es dinámico. La persona, a lo largo del tiempo, experimenta oscilaciones en su estado anímico y en la sensación de malestar emocional.
- Depende del reconocimiento social. Al afrontar una pérdida la persona inicia un proceso individual, que a la vez también es colectivo, ya que requiere del reconocimiento social explícito de la pérdida para que pueda elaborar el proceso de duelo con normalidad.
- Es intimo. El componente individual que se desencadena en la situación de pérdida posibilita desarrollar reacciones propias, y por tanto diferentes a las de otra persona que ha pasado por una situación parecida; de manera que lo que se ha aprendido a lo largo de la vida y las propias creencias delante de la muerte u otro tipo de pérdida influyen directamente en la elaboración del proceso.
- Es social. Las pérdidas se manifiestan socialmente mediante rituales establecidos en cada cultura. Sentirse acompañado en esos actos es una manera de recibir el apoyo y el cariño de los otros.
- Es activo. La persona tiene que tener un papel muy activo en la elaboración de la pérdida porque ha de tomar decisiones que le permitan otorgar un significado a la pérdida, con todo lo que eso implica.
El objetivo principal del proceso de duelo es elaborar y resituar la pérdida en un tiempo razonable.
Aceptar la pérdida implica sufrir la pena y el dolor emocional; adaptarse al medio sin el objeto del duelo y reconducir la energía hacia otras relaciones u objetos significativos.
La duración del duelo es variable y depende de cada persona y de su situación. Los expertos coinciden que en la elaboración del duelo tiene lugar en un período comprendido entre uno y dos años cuando la pérdida es de una persona significativa; y en un periodo menor cuando el objeto de duelo es de un tipo diferente de pérdida.
Tradicionalmente se ha entendido el duelo como un proceso que sigue unas fases, que van desde el inicio a la resolución del mismo, aunque esto no significa que se trate de etapas fijas, sino que existen fluctuaciones entre ellas.
Las etapas del duelo pueden cambiar en función del autor que describe el proceso de duelo, pero la mayoría, en general, coinciden en que hay una fase inicial de shock o incredulidad, que es una reacción normal que surge como defensa y perdura hasta que se consigue asimilar gradualmente el golpe. La fase aguda del duelo se caracteriza por un desinterés por el mundo, en esta etapa puede aparecer rabia y culpa y la persona puede entrar en un estado de desesperación y retraimiento. La última fase es la de resolución del duelo, hay una gradual reconexión con la vida diaria, se produce una reestructuración y reorganización del mundo.
Según Liberman: «El duelo es algo que nosotros mismos hacemos, y no es algo que se nos hace. El duelo me transforma en protagonista, es un proceso activo en dónde se ponen en juego mis propios recursos, de un modo especial y único. El desafío que impone justamente el duelo es encontrar un nuevo sentido en la vida a partir de la pérdida».
En este sentido, y concibiendo el duelo como un proceso activo, algunas recomendaciones que pueden ayudarnos cuando estamos atravesando un proceso de duelo serían:
- Expresa tus sentimientos. Muchas veces no lo hacemos por no incomodar a la otra persona o para no parecer más vulnerables de lo que ya nos sentimos. Pero expresar nuestras emociones nos ayudará no sólo a desahogarnos, sino también a aceptarlas como parte de nosotros.
- Cuídate. Quizás te lo digan mil veces, en serio, hazlo. Descansa todo lo que puedas. Aliméntate de forma adecuada. No recurras a las drogas, alcohol o a la autoprescripción de fármacos. Es importante que nuestro cuerpo esté lo más fuerte posible para encarar el duro trabajo emocional que supone el duelo.
- Aplaza tomar decisiones importantes, déjalas (si puedes) para cuando el dolor no sea tan intenso.
- Apóyate en los demás. De nuevo no tengas miedo a parecer débil. Por ejemplo, si tú perdida ha sido laboral y tu situación económica lo requiere no te niegues a recibir ayuda de los demás.
- Sé paciente. Date tiempo para poder recuperarte, esto no significa que “el tiempo lo cure todo”, tú tienes que ser parte activa de este proceso pero para afrontar la pérdida tienes que movilizar tus recursos y quizás adquirir nuevas habilidades, y ello conlleva tiempo.
- Retoma tu rutina habitual, siempre que te sientas preparado para hacerlo, tú mejor que nadie sabrás cuando es el momento.
- Permítete sentir plenamente tus emociones, no te asustes por su intensidad, o por si son adecuadas o no, son tuyas y es tu forma de expresar tu dolor.
Como seres sociales que somos, la actitud social también nos influye en el proceso de duelo.
Actualmente en nuestra sociedad hay una tendencia hacia su ocultamiento y aislamiento. Quizás sea porque nos incomoda o nos sentimos impotentes ante emociones tan intensas como las generadas por el duelo, también podría ser porque cuando queremos a alguien no deseamos verlo sufrir y recurrimos a hacer “recomendaciones” poco afortunadas con la intención de verlo bien en el menor tiempo posible.
En cualquier caso ayudar a alguien que vive un proceso de duelo puede ser difícil, pero no imposible. Dependiendo del tipo de pérdida que la persona haya tenido será más recomendable un tipo de ayuda u otro, pero en líneas generales sería recomendable:
- Escucha. Parece sencillo, pero no siempre lo hacemos. No es necesario hablar mucho. Tampoco intentes animarlos o tranquilizarlos con las típicas frases hechas, ya que es posible que le transmitas la sensación de que minimizas su pérdida.
- Ten paciencia. Dale tiempo para poder expresarse, y cuando lo haga permítele desahogarse, déjale que hable, respeta su llanto, deja que exprese sus emociones tanto si está triste o enfadado, su ira nada tiene que ver contigo.
- Mantén el contacto. Si realmente te importa y quieres ayudarle mantente en contacto con la persona, siempre respetando sus tiempos. Recuerda que una llamada de teléfono, un mensaje de texto… puede ayudarle a encontrar consuelo y a superar el duelo.
Los duelos por muy dolorosos y complicados que resulten, pueden ser oportunidades excepcionales para nuestro crecimiento personal y desarrollar nuestra resiliencia; pero recuerda, no tengas prisa, cuídate, date el espacio y el tiempo necesarios para poder adaptarte a la nueva situación y solicita ayuda cuando consideres que tus recursos no son suficientes para afrontar la pérdida.