La soledad nos afecta a todos en algún momento de nuestras vidas; frases como: «Estoy sola» o «No tengo a nadie» suelen ser bastantes frecuentes.
A veces, la persona que las dice puede tener familia, amigos o incluso un gran número de seguidores en las redes sociales, pero, en realidad, no se siente en verdadera sintonía con nadie; y es que lo que, de verdad, quiere transmitir es que se siente sola.
Es una sensación difícil de explicar, se trata de una mezcla de sentimientos de inadecuación, de carencia, pero sobre todo de vacío.
La OMS define la salud como: «el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». En ese sentido, el bienestar general depende en gran medida de la calidad de los vínculos que establecemos con los demás.
El sentimiento de soledad es un factor perjudicial para nuestra salud, llegando incluso a generar consecuencias negativas en nuestro bienestar emocional y psicológico, como: tristeza, estrés, falta de motivación, desesperanza, angustia, miedo…
Podemos distinguir entre dos tipos de soledad: la emocional y la social.
- La soledad emocional, es aquella que surge de la carencia o pérdida de una relación íntima con otra persona. Es esa sensación de vacío que nos invade cuando alguien muy importante para nosotros, ya sea por separación, muerte o cualquier otra causa, desaparece de nuestra vida. En ese momento, nos vemos obligados a sobrellevar la pérdida, pero nos encontramos perdidos y sin las referencias en las que antes nos apoyábamos para afrontar el día a día.
- La soledad social, aparece cuando no tenemos una red de relaciones sociales de la que nos sentimos parte y con la que podamos compartir intereses y actividades. Esta situación puede llegar a ser muy frustrante si formamos parte de un grupo pero no coincidimos ni en sus valores ni en su forma de actuar, es decir, nos sentimos el “bicho raro”.
El sentimiento de soledad, tal y como lo definen Peplau y Perlman (1979), es la percepción de la brecha entre lo que la persona espera de las relaciones interpersonales y lo que hubiera deseado.
En la misma línea el psicólogo Guy Winch hace hincapié en la subjetividad de la soledad, ese sentimiento sólo depende de si uno se siente emocional o socialmente desconectado de quiénes le rodean, independientemente de se esté rodeado de personas, amigos, familia, etc.
El sentimiento de soledad, por tanto, es producto de las creencias que la persona tiene y de las valoraciones que realiza acerca de su situación emocional y/o social.
La soledad es un sentimiento que nos advierte de una carencia de contacto afectivo o social, pero, como casi siempre, el problema no es la sensación que sentimos, si no lo que hacemos con ella y como la gestionamos.
Se puede interpretar esa señal como un impulso para actuar y, en consecuencia, a buscar relaciones de forma más activa, o bien, puede ser el motivo que nos lleve a aislarnos todavía más, en un intento de protegernos para que los demás no nos hagan daño.
Un factor que parece estar relacionado con el sentimiento de soledad es la competencia social, es decir, entre otras cosas, la capacidad de las personas para manifestar sus sentimiento y opiniones.
En este sentido, suelen aparecer pensamientos distorsionados en los que la persona se convence de que no resulta amable, interesante ni digna de ser apreciada, y rechaza, por tanto, cualquier tipo de amigos potenciales con el objetivo de protegerse a sí misma del posible rechazo.
La base que subyace a este tipo de creencias, suele ser el miedo a compartir, a mostrarse tal y como uno es…; este tipo de temores dificulta mucho la creación de relaciones interpersonales sólidas.
La soledad no sólo tiene consecuencias a nivel psicológico, si no que también hace mella en nuestra salud física.
El sentimiento de soledad se ha vinculado a un debilitamiento del sistema inmunológico, haciéndolo más vulnerable a todo tipo de enfermedades y dolencias.
Debido al constante estado de alerta en el que se vive, no logramos descansar adecuadamente y nuestro cuerpo termina agotándose.
Además, una persona que se siente sola al estar más angustiada, deprimida y hostil, tiene menos probabilidades de llevar a cabo actividades físicas, con las repercusiones que esto significa para nuestro cuerpo.
Suele ser común que las personas que se sienten solas se sumerjan en un círculo vicioso: la persona se siente sola, se deprime, y entonces se siente más sola y más deprimida.
El resultado es una pérdida de interés por el día a día y por emprender nuevas actividades que quizás le ayudarían a conocer a otras personas con las cuales podría compartir gustos y valores.
El primer paso necesario para romper con este círculo, es que decidamos no hacer caso al instinto natural que nos dice que al aislarnos estamos en un lugar seguro.
Para hacerlo es necesario que adoptemos una actitud más activa, el sentimiento de soledad no va a desaparecer por arte de magia si no se hace nada.
Es prioritario que inviertas parte de tu tiempo en establecer relaciones con otras personas.
Algunas sugerencias serían apuntarte a cursos que te interesen o involucrarte en actividades que te gusten, retomar o llamar a antiguas amistades, etc.. esto te permitirá encontrar a personas que compartan tus mismos gustos y aficiones.
Es casi seguro que sentirás miedo y que te sentirás incómodo, pero recuerda que la soledad está afectando a tus percepciones y que la gente tiende a responder de manera más positiva de lo que creemos.
Volver a salir y ponerse en contacto con los demás de manera activa es una tarea difícil, pero es necesario hacerlo para superar ese duro sentimiento de soledad.
Sin embargo, en algunos casos, simplemente realizar actividades y conocer a otras personas no es suficiente, y es necesario tomar otras medidas, como la terapia psicológica cognitiva-conductual.
Este tipo de terapia está orientada a modificar los patrones de pensamiento que fomentan el malestar emocional y en las creencias y actitudes que subyacen a dichos patrones.
Las personas que se sienten solas mantienen suposiciones incorrectas sobre sí mismas y sobre la percepción que otras personas tienen de ellas.
Modificar estas creencias inadecuadas es la mejor manera de reducir el sentimiento de soledad; la terapia psicológica es una herramienta adecuada y eficaz para lograrlo, tal y como apuntan diferentes estudios e investigaciones.
Al igual que la soledad no siempre tiene que ver con la presencia o ausencia de otras personas, tampoco tiene que tener siempre una connotación negativa o ser dañina.
Existe un tiempo para comunicarnos con los demás y otro para establecer contacto con lo más profundo de nosotros mismos, en el que la soledad es indispensable.
Los periodos de soledad nos sirven para dar un paso atrás, mirar nuestra vida en retrospectiva y planear el futuro.
Estar solos, sin dar explicaciones a nadie, simplemente disfrutando de aquellas cosas que más nos apetecen lejos de las obligaciones cotidianas puede ser altamente terapéutico, y es un ejercicio muy recomendable, sobretodo cuando nuestra rutina diaria es muy estresante.