Los problemas son algo normal en nuestra vida cotidiana y ocurren a diario, con frecuencia nos enfrentamos a situaciones difíciles, ya sean reales o imaginarias, a las que tenemos que dar una solución.
Si no disponemos de una adecuada capacidad para resolverlas, y no conseguimos dar con una salida efectiva a nuestro problema, el estrés que sufrimos puede incrementarse; así como aparecer otros estados emocionales como indefensión, impotencia, malhumor, malestar…
En ese sentido, hay que remarcar que muchas veces lo realmente problemático no es la situación en sí misma; sino que, realmente, lo que nos genera el malestar es el no poder (o saber) responder de la forma más adecuada y eficaz.
A través del entrenamiento en solución de problemas las personas aprenden a reconocer sus problemas, a buscar las soluciones más adecuadas a los mismos y a llevar a la práctica la mejor solución para resolver su situación.
Todos somos solucionadores de problemas; sin embargo nuestra capacidad resolutiva está determinada principalmente por la experiencia y la historia de aprendizaje; por tanto las personas con dificultades para solucionar los problemas de forma eficaz suelen tener una peor competencia social en comparación con los que son capaces de hacerlo adecuadamente; ya que la solución efectiva de los problemas es uno de los componentes más importantes de la competencia social.
Podemos distinguir tres estilos diferentes de resolver los problemas; en función de cómo se realizan las diferentes fases del proceso de solución de problemas:
- El estilo impulsivo o descuidado; se caracteriza por la aplicación de las habilidades de solución de problemas de una manera rígida, impulsiva, descuidada, rápida e incompleta. Suelen considerar pocas soluciones alternativas y actuar de forma impulsiva de acuerdo a la primera idea que se les viene a la cabeza.
- El estilo evitador se caracteriza por la procrastinación, la pasividad o inactividad y la dependencia. Los evitadores prefieren posponer sus problemas tanto como les es posible; esperan que los problemas se resuelvan solos y tratan de conseguir que otras personas se hagan cargo de ellos.
- El estilo racional, consiste en la aplicación racional, controlada y sistemática de las habilidades de solución de problemas (definición del problema, generación de alternativas, toma de decisiones e implementación). Este estilo es el que está asociado con mejores resultados, siendo los otros dos claramente disfuncionales.
Para entrenar las habilidades de solución de problemas se propone un programa en el que se utilizan diferentes técnicas para la adquisición de estas habilidades básicas y la corrección de los posibles déficit relacionados con los estilos disfuncionales.
Este programa consiste en cinco fases:
1.- Entrenamiento en orientación al problema.
La orientación al problema está determinada por nuestras creencias y percepciones con respecto a la situación; ya que son nuestros pensamientos los que influyen en nuestra comprensión y reacción ante las situaciones estresantes.
Lo primero que hay que reconocer es que los problemas existen, que están ahí y que de nada sirve escapar de ellos.
Una orientación positiva al problema nos ayuda a verlo como un reto, a ser optimistas, en el sentido de que se puede solucionar, y al percibir que se tiene capacidad para enfrentarlo, estaremos, por tanto, más predispuestos a invertir tiempo y esfuerzo en su solución.
Sin embargo, una orientación negativa al problema implica que veamos los problemas como amenazas; ya que creeremos que son irresolubles, dudaremos de nuestra propia capacidad para solucionarlos y por tanto sentiremos frustración y estrés cuando tengamos que hacer frente a un problema.
En definitiva, una orientación positiva al problema nos induce a enfrentarnos a él, mientras que una orientación negativa nos prepara para evitarlo.
2.- Entrenamiento en la definición y formulación del problema.
Una vez que reconocemos la existencia de los problemas, tendremos que definir claramente cada uno de ellos.
Se trata de describirlos con detalle, en términos específicos y concretos, utilizando solo los hechos objetivos, sin basarnos en nuestras opiniones o creencias.
Es muy importante en esta fase identificar los factores y las circunstancias que hacen que una situación concreta se convierta para nosotros en un problema.
También hay que definir tanto las metas principales y específicas relacionadas con la solución al problema.
En resumen, hay que intentar determinar quién, qué, dónde, cuándo, por qué y el cómo de cada problema.
3.- Entrenamiento en generación de alternativas.
Ante un problema debemos de dejar a un lado nuestra forma habitual de afrontarlo y generar tantas opciones de respuesta como nos vengan a la mente, por muy descabelladas que nos puedan parecer.
La principal estrategia para la generación de alternativas es la «lluvia de ideas” (brainstorming).
Esta estrategia consiste en la producción de soluciones alternativas de acuerdo a tres principios: principio de cantidad, se deben de generar tantas soluciones como sean posibles, lo importante es la cantidad y no la calidad de las mismas; aplazamiento de juicio, se trata de inhibir la tendencia a evaluar las posibles soluciones, nos debemos limitar a generar las alternativas sabiendo que se evaluarán en una fase posterior; distinción entre estrategias y tácticas, por estrategias se entienden líneas de acción más generales, mientras que las tácticas son procedimientos específicos dentro de cada estrategia, si lo que se genera son soluciones generales o estrategias, se tendrá que concretar estas estrategias en soluciones más especificas o tácticas, ya que las generales son poco útiles y difíciles de ejecutar.
4.- Entrenamiento en toma de decisiones.
De entre todas las posibles soluciones generadas en la fase anterior seleccionaremos la mejor alternativa; aquella que consideremos como la más adecuada, útil y eficaz para ponerla en práctica y resolver nuestro problema.
Esta decisión se tomará teniendo en cuenta: el valor de la alternativa (¿Conseguiré mi objetivo?, ¿necesito más información antes de pasar a ponerla en práctica?…); las consecuencias personales de esa solución (tiempo, esfuerzo, coste emocional, congruencia con nuestros valores…); las sociales (efectos sobre la familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos..); y las económicas; los resultados a corto y largo plazo; la maximización de los beneficios y la minimización de los costes.
5.- Entrenamiento en implementación de las soluciones y verificación.
Una vez decidida la mejor solución tenemos que ponerla en práctica y comprobar si en la vida real es efectivamente la más adecuada.
El proceso a seguir en esta fase es: observar tanto nuestra respuesta como el efecto que produce; comparar el resultado obtenido con el esperado; retroceder a las fases anteriores si fuera necesario y finalizar el proceso de solución de problemas si el resultado es satisfactorio.
Una vez damos por terminado el proceso, no nos tenemos que olvidar de reforzarnos y felicitarnos por haber conseguido solucionar el problema con éxito.
En conclusión, para resolver los problemas es esencial afrontarlos con una actitud positiva; no hay que verlos como amenazas, sino como retos o desafíos que aún a pesar de que pueden poner a prueba nuestras capacidades, también nos permiten evolucionar y desarrollar nuestras habilidades.
El entrenamiento en solución de problemas es una técnica útil de toma de decisiones para enfrentar correctamente las situaciones conflictivas de la vida diaria; ya que sistematiza y facilita el proceso para encontrar diversas soluciones posibles en cada situación, y aumenta la probabilidad de seleccionar y llevar a cabo la mejor respuesta.