Desde que nacemos todas las personas nos encontramos inmersas en un mundo de relaciones interpersonales, en la familia, los amigos, la pareja, los compañeros de estudios o de trabajo, etc.
Este mundo que parece tan cotidiano y sencillo, a veces puede complicarse muchísimo hasta llegar a ser una fuente importante de estrés.
La comunicación es, por tanto, un elemento fundamental en nuestras vidas; en muchas ocasiones se generan conflictos por falta de ella o por utilizar estilos de comunicación que dañan al otro o incluso a mí.
Cada persona tiene su propio estilo de comunicación, que podemos identificar por la forma en la que nos movemos, nuestro tono de voz, las palabras que elegimos, nuestra comunicación no verbal….
En definitiva, es la manera que tenemos, y usamos, a la hora de de expresarnos y relacionarnos con nosotros mismos y con los demás; dependiendo cómo lo hagamos, estos nos trataran de una forma u otra.
Por este motivo, necesitamos habilidades que nos permitan relacionarnos con los otros de forma que podamos conseguir nuestros objetivos sin que nos suponga un gran coste emocional; es decir, que nos sintamos bien con nosotros mismos y mantengamos una buena relación con los demás.
Podemos hablar de tres estilos de comunicación diferenciados: el pasivo o inhibido, el asertivo y el agresivo.
Por supuesto, hablamos de tendencias más o menos acentuadas en nuestro comportamiento; nadie pertenece a un único grupo en exclusivo, ya que los estilos de comunicación están influenciados por el contexto en el que nos encontremos, las personas con las que estemos y por nuestro estado de ánimo.
Comportamiento inhibido o pasivo
La persona en la que predomina este estilo de comunicación, respeta a los demás, pero no a sí misma; ante un conflicto su actitud suele ser del tipo “tú ganas, yo pierdo”; ya que con frecuencia antepone las necesidades de los demás a las propias, siendo incapaz de poner límites claros ni de defender sus derechos e intereses personales
Al no saber como expresar de una forma adecuada lo que siente y quiere; suele adaptarse excesivamente a lo que cree que los demás esperan de ella, lo que le lleva a sentirse mal cuando necesitan algo y los otros no le responden. Al no sentirse dueña de sus sentimientos, puede experimentar de vez en cuando “explosiones emocionales” que escapan a su control, fruto de la acumulación de tensiones y hostilidad.
El comportamiento pasivo a la larga puede tener como consecuencias una pérdida de autoestima, un deterioro en las relaciones personales e incluso problemas somáticos, que sería una forma de manifestar las grandes tensiones que sufren por no exteriorizar su opinión ni sus preferencias
Comportamiento agresivo
La persona que tiende a usar la agresividad para comunicarse se caracteriza por defender sus derechos e intereses personales, sin tener en cuenta los de los demás; aquí habría que apuntar, que a veces, no es que no los tenga en cuenta, sino que carece de las habilidades adecuadas para afrontar ciertas situaciones.
Suelen tomar cualquier conflicto o desacuerdo como un combate donde no hay más opción que ganar o perder y creen que ceder es igual a perder; su actitud es del tipo “Yo gano, tú pierdes”.
Es por ello, que suelen mostrarse seguras de sí mismas, sinceras y directas; de hecho, en ocasiones justifican su agresividad en nombre de la sinceridad y la congruencia, pensando que su comportamiento es deseable porque son sinceras, dicen lo que piensan, etc.
Pero no se dan cuenta de que lo hacen de forma inadecuada, ya que, aún a pesar de que se pueden sentir bien en el momento en que se muestran hostiles, las consecuencias que sufren a medio y largo plazo pueden ser muy negativas; entre otras: deterioro o pérdida de relaciones interpersonales, ya que suelen provocar el rechazo o huida por parte de los demás; alteraciones emocionales (enfado, frustración, tensión…); problemas de salud físicos, violencia…
Comportamiento asertivo
La persona que usa la asertividad para comunicarse se caracteriza por defender sus propios intereses, opiniones, sentimientos y preferencias libremente; y sin permitir que los demás se aprovechen de ella.
Se mantiene fiel a sí misma en cualquier circunstancia y se siente responsable de su vida y de sus emociones; lo que lleva a mantener una actitud proactiva, esforzándose en conseguir sus objetivos; sin embargo, no intenta ganar a toda costa, sino que trata de llegar a un acuerdo, la actitud sería “Tú ganas, yo gano”.
El comportamiento asertivo muestra respeto hacia los sentimientos de las otras personas y facilita la comunicación; por lo tanto, ayuda a mantener relaciones mucho más auténticas y satisfactorias, ya que los demás se sienten respetados y valorados.
A estos tres estilos de comunicación, podríamos añadir un cuarto, bastante común, que sería el comportamiento pasivo-agresivo.
Las personas pasivo agresivas suelen mostrarse inhibidas a nivel extremo, pero tienen mucho resentimiento y hostilidad a nivel interno. Al no saber canalizar sus sentimientos en forma asertiva y no atreverse a mostrarse agresivos, usan métodos indirectos, como la ironía, el sarcasmo, indirectas, etc. Es como si pretendieran que la otra persona se sintiera mal, sin que ellos parezcan responsables; obviamente esto se debe a una falta de habilidad para afrontar las situaciones de otra forma.
El estilo asertivo es el que más beneficios nos proporciona.
Una persona asertiva presenta mayor satisfacción consigo misma y con los demás; ya que independientemente de que se logren o no los objetivos, la persona que ha actuado asertivamente se siente mejor por haber sido capaz de expresar sus opiniones y sentimientos.
Además, al actuar de forma asertiva, experimentamos un aumento de nuestros sentimientos de autoestima y autoeficacia; menor ansiedad en las situaciones sociales y una actitud más positiva hacia las personas que nos rodean, lo que se reflejará en la percepción de un mayor bienestar emocional.
Aún a pesar de lo dicho, a mí siempre me gusta recordar que la asertividad es una herramienta de la comunicación, y como tal la podemos utilizar o no, es decir, nosotros decidimos. De hecho, por una parte, hay situaciones en las que no es recomendable utilizar la asertividad; y por otra, creo que es muy importante aprender a ser flexibles y a adoptar el estilo de comunicación más apropiado dependiendo de la situación o las personas con las que no encontremos.
Lo importante, según mi opinión, es identificar cuál de los estilos de comunicación se corresponde a tu forma de actuar; y, sobre todo, qué consecuencias tiene para ti y tu entorno ese comportamiento; y a partir de ahí, decidir si es un aspecto que tú quieras desarrollar y mejorar.
Si es así te recomiendo iniciar un entrenamiento en asertividad, que te permita aprender a relacionarte y comunicarte de forma más eficaz con los demás, ya que esto te permitirá, entre otros beneficios, reducir tu estrés y disfrutar de un mayor bienestar.