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Bienestar emocional

La autocrítica negativa: claves para desarmarla

La autocrítica negativa

La autocrítica nos sirve para evaluar tanto los puntos positivos como negativos de nuestras actividades, pensamientos o sentimientos; y a partir de esa evaluación comenzar un proceso de aprendizaje con el propósito de mejorar.

Hablaríamos de una autocrítica conveniente, productiva, e incluso sana, si se hace con cuidado y con el objetivo de aprender y evolucionar; ya que podría servirnos para generar nuevas conductas y enmendar los errores.

Sin embargo, la mayoría de las veces, usamos la autocrítica de forma negativa y destructiva hacia nosotros mismos; y en consecuencia nuestra autoestima y autoconcepto resultan dañados.

¿De qué forma te hablas? ¿Cómo te tratas? ¿Te gustas? El autoconcepto se refiere a lo que piensas sobre ti, lo que se refleja en la manera en que te tratas a ti mismo: qué te dices, qué te exiges y cómo lo haces.

La autocrítica patológica o desadaptativa es esa voz interior que te ataca, juzga y culpa por casi todo lo que haces y dices.

¡Nunca hay tregua para ella! El diálogo interno es continuo; nos recuerda constantemente lo poco que valemos, lo mal que hacemos las cosas, lo mucho que hemos fracasado, lo poco que nos esforzamos….

Sus ataques siempre parecen razonables y justificados, estamos tan acostumbrados a esa voz interior, que por mucho “que nos machaquemos”, siempre terminamos creyendo lo que nos dice sin cuestionarlo; pero sobretodo, no somos capaces de advertir el efecto tan devastador que tiene sobre nosotros: la desaparición de una autoestima sana.

La autocrítica negativa está siempre juzgando, culpando y encontrando errores.

Los “deberías” son la forma más frecuente que usa para atacarnos; constantemente compara nuestra forma de ser con la que “debería” ser. Algo, que bien entendido podría ser incluso beneficioso para progresar y mejorar, se convierte en una fuente de malestar psicológico y emocional, debido a las expectativas poco realistas que muchas veces, aún sin ser conscientes, nos empeñamos en mantener.

Con frecuencia, usamos la autocrítica como intento de “motivarnos” para lograr metas y autoexigencias desproporcionadas; sin embargo, lo único que conseguimos al tratarnos con tanta dureza es el efecto contrario: aumentar la presión, la ansiedad, la frustración, y en definitiva, la sensación de poca valía.

Cuando se tiene criterios estrictos para autoevaluarse, siempre se tiene la sensación de insuficiencia.

Se cae en un círculo vicioso del cual es difícil salir: las metas imposibles hacen que la conducta nunca llegue al nivel deseado, pese a nuestros esfuerzos; y al sentirnos incapaces, la autoevaluación es cada vez más negativa y, por tanto, aumenta el nivel de estrés, lo que nos aleja cada vez más de nuestros objetivos… y vuelta a empezar.

Evidentemente es necesario evaluar nuestro comportamiento y hacernos responsables de nuestros errores para mejorar aquellos aspectos que deseemos y en los que es posible hacerlo; la clave está en hacerlo sin dañar nuestra autoestima.

Para controlar la autocrítica negativa y no permitir que afecte a nuestro autoconcepto, primero tenemos que ser capaces de «oírla».

La mayor parte del día estamos inmersos en nuestro dialogo interior, vamos saltando de un pensamiento a otro sin parar; para “cazar” los ataques de la crítica tenemos que prestar mucha atención tanto al contenido como a la forma en la que nos hablamos, especialmente en aquellas situaciones que nos resultan más problemáticas y nos hacen dudar de nosotros mismos, por ejemplo: después de haber cometido un error, en reuniones sociales, ante una crítica, etc…

En la tarea, nada fácil, de descubrir a la autocrítica te será de gran ayuda anotar de manera sistemática todas aquellas evaluaciones negativas que a lo largo del día realizamos sobre nosotros mismos; registrar este tipo de pensamientos nos ayudará a tomar consciencia no sólo de la forma en la que nos tratamos, sino además de cómo nos hace sentir y de las consecuencias que tiene para nosotros.

Una vez identificado los pensamientos negativos será el momento de trabajar con ellos e intentar modificarlos; el objetivo sería encontrar alternativas mucho más sanas y adaptativas a la autocrítica patológica.

Walter Riso, en su libro “Enamórate de ti: el valor imprescindible de la autoestima”, nos ofrece una guía para salvaguardar nuestro autoconcepto del autocastigo, la autocrítica y la autoexigencia indiscriminada. Algunas de sus recomendaciones son:

1.- Trata de ser más flexible contigo mismo y con los demás.

Intenta no utilizar un criterio dicotómico (blanco o negro) para evaluar la realidad o a ti mismo. Si eres inflexible y rígido con el mundo y las personas, terminarás siéndolo contigo mismo y no te perdonarás el más mínimo error.

2.- Revisa tus metas y las posibilidades reales para alcanzarlas.

Ten en cuenta tus posibilidades y capacidades reales, si te fijas metas inalcanzables la frustración será constante; revisa tus objetivos vitales y asegúrate de que están en consonancia con tus aptitudes, pero sobretodo con tus valores.

3.- No observes en ti sólo lo malo.

Tenemos tendencia a fijarnos solo en lo negativo, en nuestras carencias, pero eso no nos permite disfrutar de nuestros logros ni seguir desarrollando nuestras fortalezas; asi que cuando te encuentres focalizándote solo en los aspectos negativos. ¡Detente! Tomáte un respiro y trata de inclinar la balanza; no te regodees en el sufrimiento.

4.- No pienses mal de ti.

Practica la autocompasión, no te insultes ni te faltes el respeto; lleva un registro sobre tus autoevaluaciones negativas, detecta cuáles son justas, moderadas y objetivas, y cuáles no; y si descubres que el lenguaje que usas para ti es ofensivo, cámbialo y busca calificativos más constructivos y respetuosos respecto de tu persona.

5.- Quiérete la mayor cantidad de tiempo posible.

La premisa: “Si me va mal, me odio, y si me va bien, me quiero” es injusta contigo. Una autoestima saludable, aún con fluctuaciones, suele ser constante e incondicional, es decir, tu valía personal no depende exclusivamente ni de tus logros ni de lo que los demás piensen sobre ti.

6.- Trata de acercar tu “yo” ideal a tu “yo” real.

Las metas imposibles y extremadamente rígidas, aumentan la distancia entre tu “yo” ideal (lo que te gustaría hacer o ser) y tu “yo” real (lo que realmente haces o eres). Cuanto mayor sea esa distancia, menor será la probabilidad de alcanzar nuestros objetivos, debido a la frustración e inseguridad que genera no lograr alcanzar ese ideal de lo que deberíamos ser; sin embargo, la única forma de evolucionar es aceptando quiénes somos (sin autoengaños) para poder mejorar aquellos aspectos que estén en nuestras manos.

7.- Aprender a perder.

Es importante aprender a perder, y aceptar que no siempre los sueños se harán realidad; se trata de que aprendamos a ser realistas y objetivos con respecto de nuestras propias capacidades y circunstancias; las autoexigencias excesivamente altas pueden hacernos mucho daño emocional, si no disponemos de las habilidades o de los recursos necesarios para alcanzarlas, porque la realidad es que querer no siempre es poder, y hay muchos factores que escapan a nuestro control. En estos casos, una buena opción es realizar una revaluación objetiva y franca de nuestras aspiraciones en relación con nuestras capacidades, y trabajar en esa dirección.

Para resumir: la autocrítica moderada, la autoobservación objetiva, la autoevaluación constructiva y el tener metas racionales y razonables ayudan a nuestro desarrollo personal.

La clave está en el equlibrio, no se trata de “pasar de todo” y no tener ningún tipo de expectativa pero tampoco de autoengañarnos pensando que “podemos con todo” y elevar nuestras exigencias a límites inalcanzables.

Reducir la autocrítica negativa y trabajar para construir una autoestima sana es una forma eficaz para mejorar nuestra salud psicológica y bienestar emocional.

Dejemos de ser tan destructivos con nosotros mismos y empecemos a querernos más, o al menos a respetarnos; aceptemos que pueda haber aspectos en nosotros mismos que no nos gusten y trabajemos en aquellos que podamos, y deseemos mejorar.

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