Queremos que nos respeten; nos gusta que las personas con las que nos relacionamos nos reconozcan y nos valoren; deseamos que acepten, o al menos tengan en cuenta, nuestras opiniones, preferencias o necesidades.
Sin embargo, en ocasiones nos olvidamos de ofrecer hacia nosotros, ese mismo respeto que exigimos a los demás.
No nos mostramos autorespeto cuando:
- Anteponemos, por sistema, las necesidades de los demás a las nuestras.
- Cuando no ponemos límites y permitimos que los demás abusen de nosotros; o de nuestro tiempo.
- Dejamos a un lado nuestros principios y valores.
Para pedir respeto tenemos que empezar por dárnoslo a nosotros mismos.
En ese sentido, juega un papel muy importante la forma en la que nos vemos y valoramos; es decir, nuestra autoestima.
Las personas con baja autoestima tienden a ser más inseguras, y sin ser conscientes de ello, suelen faltarse el respeto.
En alguna ocasión, ¿te has tratado como si fueses tu peor enemigo?
Cuando las descalificaciones y pensamientos negativos acerca de nuestra propia valía son continuas; acabamos creyendo, sin ni siquiera cuestionar su veracidad, todo lo que nos decimos.
Y el resultado no es solo la falta de autorespeto, sino el permitir que los demás nos puedan tratar con la misma desconsideración; ya que, en cierta forma, de tanto repetirnos lo poco que valemos, terminamos interiorizando que ese es el trato que merecemos.
Presta atención y cuida la forma en la que te hablas; intenta reducir la autocrítica destructiva trabajando los aspectos que desees mejorar; y fomenta la valoración de tus fortalezas, pero sobretodo, acéptate tal y como eres al margen de la opinión de los otros.
El autorespeto implica aceptarse de forma incondicional; reconocer nuestras necesidades, y estar dispuesto a pensar de manera independiente; viviendo de acuerdo con nuestros valores y opiniones, al margen de la aprobación y juicios de los demás.
Para respetarte, y que te respeten, tienes que ser auténtico; a veces, nos empeñamos en “encajar”, y sin darnos cuenta, nos mostramos de forma diferente a como realmente somos, solo por ser aceptados; pero aunque esta estrategia pueda funcionar a corto plazo, a la larga es una trampa; ya que esa falta de autenticidad nos hace sentir mal y deshonestos con nosotros mismos y con los demás.
Por tanto, di lo que piensas; es verdad, que a veces puede dar miedo la reacción de la otra persona cuando expresamos nuestra opinión; el temido “qué dirán”, pero acuérdate de que tienes derecho a mostrarte como eres.
Si tienes que disfrazar tu forma de pensar para ser aceptado, tal vez sea el momento de empezar a reflexionar sobre lo que te aporta mantener una relación con alguien que no te valora tal y como eres; recuerda que el respeto mutuo es la base de las relaciones sanas.
Entrena y mejora tu asertividad, a través de esta habilidad podrás hacer valer tus derechos y opiniones de forma adecuada, sin violencia y sin ofender a nadie, pero también expresando tu desacuerdo u opinión, sin tener miedo de que los demás acepten o rechacen tu forma de pensar.
Además, con la práctica de las técnicas asertivas, como por ejemplo aprender a decir “no”, conseguirás establecer límites claros y sinceros con las personas de tu entorno; lo que repercutirá positivamente en la obtención de un mayor respeto por parte de los demás; ya que actuando de esta forma lo que estamos transmitiendo es que somos personas seguras, fieles a nuestros valores y que, por supuesto, nos respetamos.