Los debería son una de las distorsiones cognitivas más frecuentes; muchas veces los usamos pensando que nos motivan para conseguir un objetivo o realizar un cambio en nuestra vida. Pero, ¿realmente nos animan a cambiar?
Al proponernos alcanzar alguna meta, podemos hacerlo desde dos planteamientos muy distintos: la elección o la imposición.
Cuando optamos por la vía de la elección los cambios suelen realizarse con fluidez; tenemos la sensación de control porque somos nosotros los que elegimos según nuestras preferencias o deseos. Sin embargo cuando nos imponemos un cambio desde los “debería”; sin darnos cuenta convertimos esa preferencia en una obligación; en algo que tenemos que conseguir a toda costa.
El pensamiento “debería” se refiere a la transformación de elecciones personales, deseos o preferencias en absolutos universales e irreales.
Los debería son considerados una distorsión cognitiva porque consisten en un mal hábito en nuestra forma de pensar; hacen que mantengamos reglas rígidas y exigentes sobre cómo tienen que ser las cosas; juzgando como intolerable cualquier desviación a esas normas; lo que termina generándonos un gran malestar emocional.
Algunos ejemplos de este tipo de pensamientos son: «no debería cometer errores», «debo ser bueno en lo que hago», «todos deberían tratarme con respeto», «debo de dejar de hacer esto», «debo de ser un buen padre», etc.
Quizás después de leer hasta aquí, pienses que estoy exagerando un poco con el tema de los debería, total es sólo una palabra, una forma de hablar, pero…
Piensa por un momento cómo te sentirías si otra persona (tu jefe, tu pareja, un amigo…) estuviera todo el día diciéndote: «deberías hacerlo mejor» «deberías caer bien a todo el mundo», «no deberías comportarte así», etc. ¿Cómo reaccionarías? ¿Te sentirías enfadado, culpable, frustrado, triste, ansioso…?
Pues bien, así es cómo nos sentimos cuando usamos los debería en nuestro dialogo interno; estamos constantemente comparando lo que deberíamos ser o hacer con lo que se es o se hace en realidad; y las consecuencias emocionales que sufrimos por mantener esta forma de hablarnos son tremendas.
Las enunciaciones “debería” generan muchos problemas emocionales innecesarios en nuestra vida diaria.
Podemos encontrar tres tipos de “debería” en función de hacia qué o quién se dirigen:
1.- Los debería dirigidos hacia uno mismo. «Debo hacer bien todo lo que me propongo». Cuando actuamos siguiendo a este tipo de “debería” podemos sufrir un gran desgaste emocional y físico para conseguir nuestros objetivos; ya que sólo hay una forma de alcanzarlos: «la que debe ser»; y un único resultado posible, todo lo demás no sirve. Esta forma de pensar puede llevar a que nos sintamos ansiosos, culpables, inseguros y deprimidos; a creer que no valemos para nada; e incluso a odiarnos a nosotros mismos cada vez que no consigamos los objetivos que nos habíamos propuesto. Dentro de este tipo también se incluirían aquellos “deberías” que responden a lo que los demás esperan de mí: «debo ir, él espera que lo haga», «debo llamarle»; y los que van encaminados a satisfacer las necesidades de los demás: «debo agradar», «debo caer bien a todo el mundo».
2.- Los debería dirigidos contra otras personas. Se tratan de las expectativas que tenemos sobre los otros: «los demás deben de ayudarme a conseguir lo que quiero» o «los demás deben de quererme y darme su aprobación». Esta forma de pensar nos conduce a la rabia, ira, furia, violencia, etc.; y suelen ser el origen de la mayoría de los enfados con los demás («no debería haberme tratado así»; «si le importo debería hacer esto por mí»).
3.- Los debería dirigidos contra el entorno o las condiciones vitales. Este tipo de pensamientos nos producen baja tolerancia a la frustración, depresión, tendencia a posponer las cosas, adicciones y otro tipo de consecuencias negativas. Nos desilusionamos y nos sentimos fracasados cuando la realidad no es como “debería” de ser («la vida no debería tratarme así»; «el mundo no tendría que ser tan injusto conmigo»).
Es el momento de que te preguntes: ¿Quién dice que tú deberías….?; ¿Dónde está escrito que los demás deberían….? ; O que ¿la vida debería ….?.
Éste es el primer paso si deseas deshacerte de la tiranía de los debería: toma conciencia de que te estás machacando y amargándote innecesariamente.
Decide sobre la utilidad de seguir una orden determinada. Pregúntate: ¿Por qué debería?; ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de aplicarme esta regla a mí mismo?. Recuerda que eres tú quién formula tus propias normas. Revísalas, y si ya no te son de utilidad corrígelas o libérate de ellas. Da un paso más allá y reescribe tus reglas, no se trata de que renuncies a tus creencias si consideras que de alguna forma te son útiles, pero sí de que las flexibilices.
Atrévete a cambiar los “debería” por “podría”, o mejor aún por “me gustaría”; y observa cómo te sientes. No es lo mismo decir «debo ayudar siempre a los demás» que «me gusta ayudar a los demás»; ni tampoco te hace sentir igual pensar «debo de conseguir el ascenso» que «me gustaría conseguir el ascenso»; usando «me gustaría” no sientes que sea una obligación, la presión disminuye, y eso permite que tu motivación se mantenga, y que centres tus recursos en alcanzar aquello que deseas.
Muchas veces, sin darnos cuenta desperdiciamos nuestro tiempo y energía criticando y condenando a la persona o cosa que está quebrantando la norma, ya seamos nosotros, los demás o la mala suerte.
Al reducir la tiranía mental de los debería te sentirás mejor porque no te harás recriminaciones; en lugar de sentirte culpable, podrás emplear esa energía en realizar los cambios necesarios que te ayuden a alcanzar tus metas.
Se trata de aceptar que las cosas pueden ser diferentes a cómo desearíamos. Cuando esto ocurra, es verdad que sentiremos cierto malestar emocional; es normal, y sano, sentir tristeza, frustración e incluso enfado cuando deseamos algo y no lo conseguimos; pero si somos flexibles, esas emociones nos nos paralizarán, seguiremos adelante, y buscaremos las estrategias más adecuadas para adaptarnos a la nueva situación.
Sin embargo, cuando creemos que nosotros mismos, los otros o las circunstancias impiden que cumpla con mi “deber” las emociones suelen ser tan intensas que terminan por bloquearnos, impidiéndonos actuar.
Recuerda que para realizar cambios positivos en nuestras vidas es necesario partir de una elección y no desde una imposición. Tener la sensación de que somos nosotros quienes elegimos nos devuelve nuestro poder; y nos motiva a seguir adelante; aunque las cosas no sean tan perfectas como nos gustaría.