¿Cuántas veces te has visto metido en un lío porque alguien o tú mismo se ha montado un “película” dando por sentado que lo que pensaba era la verdad y la única interpretación de la realidad posible?
En el cine estamos habituados a ver este tipo de historias de enredos, de malos entendidos… nos reímos con lo enrevesados que son los protagonistas, y al final de la película los personajes se dan cuenta de que lo que pensaban realmente no era así, de qué se han comportado de forma irracional y la historia termina feliz.
En la vida real, raramente este tipo de “películas” terminan bien, porque no hay un guionista que nos haga ver lo equivocados que estamos, y en el caso de que lo haya (un amigo, por ejemplo), seguro que le damos el papel de traidor, por no darnos la razón, ya sabes… «o estas conmigo o estás en mi contra».
Quizás pienses que lo que digo es una exageración, o puede que seas de esas personas que están convencidas de que tienen un sexto sentido para adivinar lo que otros piensan, o quizás te creas tan racional como para no dejarte influir por tus emociones a la hora de emitir juicios….
Pero, aunque la mayoría de nosotros damos por sentado que pensamos correctamente, lo cierto es que no siempre es así.
TODOS cometemos errores a la hora de interpretar la realidad, y la lectura de pensamiento es uno de ellos.
Para muestra, un ejemplo extraído del libro: El arte de amargarse la vida del psicólogo Paul Watzlawick, se trata de la historia del martillo:
Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta el martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo.
Pero le asalta la duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le hecho nada; algo se le habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo.
Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir “buenos días”, nuestro hombre le grita furioso:
“¡Quédese usted con su martillo, so penco!”.
¿Te has visto reflejado de algún modo en la historia? ¿Cuántas veces has actuado como el hombre de la historia del martillo? ¿Te ha beneficiado o perjudicado actuar así? ¿Te imaginas la cara del vecino al abrir la puerta?
Con esta historia queda claro que muchas veces hacemos conjeturas y juicios de valor precipitados, sin ni siquiera conocer la verdadera postura del otro.
Nos dejamos llevar por nuestros prejuicios e interpretaciones y actuamos en consecuencia, lo que nos puede dificultar, y mucho, nuestras relaciones tanto personales como laborales y sobre todo alterar nuestro estado de ánimo.
Muchas veces nuestros pensamientos (que no tanto la realidad) son los que hacen que nos sintamos mal, y ni siquiera nos damos cuenta, pues al fin y al cabo, nuestros pensamientos son para nosotros la realidad (cómo es posible que yo me mienta). Pero hay que tener en cuenta que la mente es muy buena en distorsionar lo que ocurre y darle más importancia de la que tiene o exagerar algunas situaciones, y con esto hacer que nos sintamos mal.
Una distorsión cognitiva es un error en el procesamiento de la información, asociado a unas creencias desadaptativas o que no se ajustan al entorno.
Este error, como ya hemos visto, puede influenciar nuestra conducta y nuestro estado emocional, podríamos decir que es un mal hábito de pensamiento.
Hay diferentes tipos de distorsiones cognitivas, en el caso de nuestro hombre del martillo, hablaríamos de “inferencia arbirtraria”, es decir, de forma arbitraria llega a una conclusión negativa que no está justificada por los hechos. Lo que hace nuestro protagonista es distorsionar la realidad a través de la “lectura de pensamiento”.
Cuando practica la lectura de pensamiento, su percepción parece correcta, por lo que actúa como si fuese correcta, pero no contrasta con los demás sus interpretaciones porque parece no haber dudas, entonces, tal vez responda a estas reacciones negativas imaginarias retrayéndose o contraatacando.
Esta conducta contraproducente puede actuar como una profecía que se cumple a sí misma e iniciar una interacción negativa en una relación cuando en el fondo no pasaba nada, y terminar por deteriorar dicha relación.
Como ya he dicho antes, se trata de un mal hábito, que todos cometemos en algún momento, pero es importante que cada uno valore si esta forma de proceder está interfiriendo en su vida y sobre todo en sus relaciones.
Si consideras que es un aspecto en el que quieres trabajar para mejorar tu comunicación y la forma en que interpretas la realidad, hay algunas sugerencias que te pueden ser de utilidad, aunque como se trata de modificar un hábito, es muy importante ser perseverante en llevarlas a la práctica.
Lo primero es ser consciente de que la forma en que percibimos el mundo es solo una de las posibles formas, la nuestra no es necesariamente la correcta.
Para tomar conciencia de ello nos resultará útil pensar que alternativas posibles hay; qué es lo que pensaría otra persona si lo viera desde fuera, y sobre todo intentar analizar la situación de manera objetiva, sin dejarnos llevar por las emociones. Si creemos que podemos estar cometiendo alguna distorsión de la realidad, intentaremos buscar un pensamiento alternativo más adecuado o proporcionado.
También es importante observar nuestro diálogo interior.
¿Qué nos estamos diciendo a nosotros mismos? Si nuestros pensamientos son parecidos a estos: «lo sé, no hace falta que me diga nada, lo conozco muy bien» o «ya no me quiere, lo noto», podemos empezar a sospechar que quizás estemos realizando “lectura de pensamiento”, ya que estamos haciendo conclusiones sin tener pruebas reales.
Aquí tendremos que estar abierto a cuestionarnos: ¿Qué pruebas tengo de que lo que me estoy diciendo es verdad?, ¿me lleva a alguna parte pensar así?, etc. Trata de conseguir información, ve a la “fuente”, y si es posible pregúntale: ¿Qué quieres decir exactamente con…? No des nada por sentado, y recuerda actuar en base a hechos, no a presunciones.
En conclusión, aunque a veces creemos saber con total certeza lo que la otra persona siente y piensa sobre nosotros o sobre lo que hacemos, esta creencia se basa sólo en nuestra interpretación, y suele ser negativa y errónea.
Recuerda que nadie puede leer la mente de otros, no te montes películas, pero tampoco esperes que los demás sepan como te sientes si no se lo dices.
En lugar de caer en el error de la lectura de pensamiento y dar por supuestas las cosas; invierte tu energía en fomentar una comunicación eficaz con aquellos que te rodean, cuida la forma en la que te hablas, y deshazte de esos pensamientos negativos que no te llevan a ninguna parte.