La mayoría de nosotros deseamos sentirnos aceptados y valorados por las personas de nuestro entorno más cercano; como seres sociales que somos nos hace sentir bien y nos proporciona seguridad.
Pero en ocasiones, ese deseo se transforma en una necesidad insana y aparece (entre otras cosas) el miedo al que dirán. Sentimos miedo y ansiedad ante la idea de que nos rechacen, de que nos critiquen…
Y en ese afán de buscar la aprobación de los otros nos olvidamos de nuestras propias opiniones y necesidades para dar prioridad a las de los demás.
La necesidad de aprobación no es algo que aparece de repente, sino que se va construyendo día a día.
Es posible que sea fruto de una educación muy arraigada en los prejuicios morales y las normas sociales. O quizás comenzó a forjarse a raíz de una mala experiencia donde aprendiste que era más fácil cambiar de opinión, ceder y dar la razón para evitar enfrentarte a la desaprobación y el rechazo.
Realmente da igual su origen.
Lo cierto es que creer que debes de gustar a todos te lleva directamente a la insatisfacción.
En ese intento por agradar siempre a los demás, nos olvidamos de lo más importante que es gustarnos a nosotros mismos.
La persona con miedo al que dirán hace por adaptarse a cada situación sin tener en cuenta si desea hacerlo o no.
Con tal de agradar y caer bien a todo el mundo, preferirá callarse y dar la razón antes que dar su opinión y generar conflicto.
Todo lo piensa en función de lo que cree que opinarán los demás, lo que coarta claramente su libertad.
Además, siempre está en alerta buscando esas señales de aceptación; lo que le producirá un gran desgaste emocional, ya que constantemente está cuidando lo que dice y hace para no “meter la pata”.
La necesidad de sentirse valorado y aceptado se convierte en un problema cuando supera determinados límites y comienza a ser una preocupación excesiva y recurrente.
Cuando cambiamos nuestro punto de vista sobre un tema para evitar la confrontación y no por convencimiento, hacemos determinadas cosas para satisfacer las expectativas de los otros pasando por alto lo que nosotros deseamos.
Al buscar constantemente la confirmación de los demás acerca de lo que hacemos, anteponemos las necesidades de otras personas a las propias con el objetivo de resultar agradable o simpático.
Es decir, nos comportamos según lo que se supone que es correcto, aún a pesar de que no lo compartamos, dejando nuestra autoestima en función de la aprobación y valoración de los demás.
En definitiva, si dejamos de ser coherentes con nosotros mismos y nos movemos con valores de referencia ajenos a nosotros…
Entonces quizás sea el momento de preguntarnos: ¿Vale la pena?
Si la respuesta es negativa, entonces es el momento de ponerse a trabajar para ir superando cada uno de los frenos que te impiden disfrutar de tu libertad.
Cómo siempre decirlo es más fácil que hacerlo, ya lo sé, pero también sé que no es imposible.
Empieza marcándote pequeños retos y objetivos, poco a poco irás recuperando la confianza y seguridad en ti mismo.
Y si es algo que te genera excesiva ansiedad, no dudes en consultar con un profesional para que te ayude a conseguirlo.
Algunas sugerencias que pueden ayudarte a superar el miedo al qué dirán:
– Vence tu temor al rechazo.
Toma conciencia de que eres tan válido como los demás y por tanto tus opiniones también lo son.
En este sentido tendrás que trabajar interiormente para recuperar y potenciar tu autoestima y autoconfianza; ya que el aparentar algo que no somos a la larga nos lleva a la frustración, al resentimiento y a una disminución de la autoestima.
Recuerda que no podemos ser aquello que nos somos, ni callar eternamente nuestros pensamientos y deseos; nuestro equilibrio personal es lo primero.
– Es imposible gustar a todo el mundo.
Admitir (e interiorizar) que no se puede gustar a todo el mundo es un primer paso para superar la necesidad de aprobación.
Intentar agradar a todos conlleva un agotamiento y un desgaste inútil e innecesario.
Además ten presente que las personas suelen respetar y valorar más a otras personas cuando éstas son auténticas y coherentes con sus creencias y principios. Así que mantente firme en tus valores y defiéndelos.
– Acepta las críticas como parte de la vida.
Cada uno disponemos de nuestro propio enfoque acerca de la realidad.
Las críticas son otros puntos de vista, puedes aceptarlas e incluso aprender de ellas si consideras que son razonables, pero si no es así no hagas un drama. No las analices.
Recuerda que el hecho de que alguien no esté de acuerdo contigo sobre algo no significa que te rechace, sino que simplemente tiene una opinión diferente a la tuya.
– Defiende tu posición.
Practica la asertividad. Muchas veces detrás del miedo al que dirán se esconde una carencia de habilidades sociales, aprende a discutir, a emitir opiniones y a negociar.
No te dejes infravalorar, defiende tus derechos de forma asertiva, sólo con hacerlo ya estarás ganando una batalla: el respeto por ti mismo.
– Actúa según tus propios principios.
Es el momento de reflexionar sobre porqué hacemos determinadas cosas: ¿Quiero hacerlo o quiero agradar a alguien?
El objetivo no es cumplir con las expectativas ajenas. Así que, confía en ti y haz aquello que te haga sentir bien, tanto en las pequeñas como en las grandes cosas.
No tengas miedo de actuar según tu criterio. La experiencia te dirá que si lo haces casi nunca los demás se darán cuenta y si lo hacen muchas veces serás más valorado.
En resumen, el miedo al que dirán nos paraliza a la hora de actuar según nuestros principios, nos priva de tener una gran cantidad de vivencias positivas, y nos hace perder oportunidades.
Así que, toma conciencia de cómo eres y de que tienes derecho a mostrarte así. Todos tenemos la libertad de seguir un criterio y principios propios, aún sabiendo que puedan no ser compartidos por los demás.