La actitud con la que nos enfrentamos a los problemas es determinante; no solo para lograr resolverlos, algo que no siempre estará en nuestras manos; sino sobre todo para sentirnos fuertes emocionalmente y seguros de nosotros mismos.
Cuando nos encontramos ante una dificultad tenemos dos maneras de afrontarla: desde la proactividad o desde la reactividad. Sin embargo, y aunque exista una tendencia personal, lo habitual es que no nos encontremos en ninguno de los dos extremos; sino que nos comportemos de forma más proactiva o reactiva dependiendo de las circunstancias y de nuestra motivación.
Las personas reactivas son aquellas que ante las circunstancias adversas adoptan un papel pasivo y negativo.
Ante los problemas suelen venirse abajo, creen que su comportamiento no puede modificar ni su entorno ni sus condiciones de vida, y se quedan a la espera de que algo o alguien solucione sus asuntos.
Con frecuencia no asumen responsabilidades, para ellos la causa de sus problemas son siempre los demás o las circunstancias.
Se quejan con frecuencia de su “mala suerte” y pierden una gran cantidad de energía y tiempo centrándose en la parte del problema que no tiene solución, evitando, así, tomar la iniciativa y buscar otras alternativas posibles.
El uso de expresiones como: «yo soy así» o «no puedo hacer nada para cambiar las cosas»; reflejan su pasividad y lo condicionados que están por el entorno.
Una persona proactiva es la que asume el pleno control de su conducta de forma activa.
Viktor Frankl define la proactividad como la libertad de escoger nuestra actitud frente a las diferentes situaciones que debemos enfrentar en nuestra vida.
Las personas proactivas se comprometen y responsabilizan de su propia vida, asumiendo y aceptando las consecuencias de sus propias decisiones; no malgastan ni su tiempo ni energía en encontrar un responsable de su situación, sino que se enfocan en buscar una solución a su problema; no buscan culpables, al contrario, tratan de identificar las causas que le han llevado a su situación actual para cambiarlas y poder mejorar.
Ser una persona proactiva significa tomar la iniciativa, ser activo y actuar; en lugar de esperar a que el problema se resuelva solo o que sean otros quienes lo solucionen; intentar crear nuevas oportunidades, buscando información para encontrar respuestas que permitan generar estrategias diferentes y mejorar así la situación personal.
A la hora de tomar una decisión, las personas proactivas lo hacen en base a sus valores y principios, saben manejar sus emociones y no se dejan llevar por impulsos; al tener claro cuáles son sus fortalezas y debilidades, enfocan toda su energía en aquello que saben que controlan y que pueden cambiar, y no en lo que está fuera de su alcance.
Su forma de expresarse, también es un reflejo de su actitud proactiva; suelen usar un lenguaje positivo y conciliador, a través del cual transmiten su compromiso y responsabilidad por entender el problema; y sobre todo, por buscar y generar soluciones alternativas. Algunos ejemplos serían: «puedo mejorar» o «pensemos en otras posibilidades».
Nuestros pensamientos pueden limitarnos o ayudarnos a conseguir una actitud más proactiva.
Si bien el lenguaje que usamos con los demás es un reflejo de nuestra actitud; nuestro dialogo interno, es decir, lo que nos decimos a nosotros mismos a diario, puede facilitar o impedir que desarrollemos una actitud más proactiva.
Algunas de las creencias que nos mantienen en un estilo reactivo son:
- «No tengo tiempo». Suele ser una justificación frecuente, pero el tiempo es el mismo para todos, es más una cuestión de organizarse y establecer prioridades en función de nuestros intereses.
- «Nadie valora lo que hago». Esta excusa se utiliza con frecuencia para no esforzarse en realizar las tareas; está claro que a nadie le amarga un dulce, pero, ¿el reconocimiento de los demás es más importante que tu propio criterio por un trabajo bien hecho?
- «Prefiero no opinar y decir lo que pienso…». Habrá ocasiones en que será adaptativo mantenerse en silencio, pero la mayoría de las veces está creencia lo que transmite es un falta de seguridad en nuestras propias ideas, y sobre todo, miedo a la reacción de los demás.
- «No tengo suficiente dinero». El factor económico puede influir para lograr una meta, pero también es verdad, que mientras se espera a que “las cosas cambien” se pueden buscar otras alternativas que nos ayuden a aproximarnos a nuestro objetivo; quizás no sean perfectas pero siempre será mejor que permanecer estancados.
- «Trabajo mejor bajo presión». Puede ser que dejarlo todo para el último momento aún cuando logres “cumplir” te funcione, pero ¿a qué coste? Tras el hábito de postergar se esconde la falta de interés y la desmotivación; además, de que el retrasar y tener pendiente las tareas nos genera ansiedad, y en ocasiones, hasta culpabilidad.
- «No me gusta llamar la atención». Una cosa es la timidez y otra es “dejarse llevar” y que sean los demás quiénes solucionen las cosas; si realmente hay compromiso, di lo que piensas de manera asertiva; no se trata de llamar la atención sino de buscar soluciones a un problema común, y eso siempre será bien recibido.
Si deseas modificar ese tipo de pensamientos, y acercarte cada vez más a un estilo proactivo; empieza observando como te hablas, ¿estás usando un lenguaje pasivo o activo?
Si es pasivo, cámbialo, y comienza a hablarte de manera más positiva (no confundir con los mensajes “happy”) sustituye «todo va fatal» por «haré todo lo que pueda por cambiar la situación»; prueba a decirte «puedo mejorar» en vez de «yo soy así»; o cambia el «me desesperas» por «no dejaré que me arruines el día», etc.
“A un hombre se le puede robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino”. Viktor Frankl.
Cuando te enfrentes a una situación conflictiva antes de actuar, detente unos minutos para reflexionar; y pregúntate: ¿qué puedo hacer yo al respecto?, ¿puedo hacer algo para cambiar esta situación? Lo más probable es que encuentres alguna alternativa, aunque no sea la ideal ni la que más te guste; y si realmente no hay nada que puedas hacer, entonces siempre puedes elegir que actitud tomar: quejarte y frustrarte, o aceptarlo y dejarlo ir. Tú decides.
La proactividad no es una habilidad innata, podemos desarrollarla si somos constantes; para ello necesitamos ser conscientes de cual es nuestra forma de afrontar los retos que nos presenta la vida; tomar decisiones sobre lo que tenemos que hacer para mejorar y crear nuestro plan personal; pero sobre todo actuar, porque la proactividad es en esencia acción.
Ser una persona proactiva no significa ser ingenua o excesivamente optimista; significa ser capaz de tomar las riendas de la propia vida, asumir la responsabilidad de nuestros actos; y estar dispuestos a tomar decisiones escogiendo siempre la alternativa más acorde con nuestros principios y valores.