¿Eres de las personas que le dan vueltas a las cosas una y otra vez, como si tus pensamientos fueran un disco rayado? ¿Sientes que no puedes quitarte una idea de la cabeza ?
En ocasiones, nos podemos sentir atrapados por nuestros pensamientos; es decir, no paramos de darle vueltas una y otra vez al mismo asunto; sin embargo entrar en esa dinámica no solo no nos conduce a nada, sino que hará que nuestra ansiedad se dispare llegando a interferir en nuestro funcionamiento diario.
Un pensamiento rumiativo es un pensamiento intrusivo, de carácter muy persistente, recurrente y ajeno a la voluntad de la persona.
Las rumiaciones mentales son como un disco rayado que se repite una y otra vez, sin parar; recordándonos errores pasados y situaciones desagradables o anticipando posibles peligros futuros.
Este tipo de pensamientos suelen girar alrededor de situaciones cotidianas como el trabajo o las relaciones sociales.
Las personas con rumiaciones mentales suelen creer que preocuparse les ayuda a ver las cosas con mayor claridad; piensan que anticiparse a las posibles dificultades y prepararse para lo peor le ayudará a afrontar mejor los problemas. Pero lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones sólo dificulta el afrontamiento efectivo de los problemas e incrementa los pensamientos negativos acerca de lo que les ocurre, además de producir un gran desgaste emocional y físico.
Las rumiaciones mentales no sirven para nada porque no generan ninguna acción.
Se consideran una forma desadaptativa de autorreflexión no solo porque generan estados emocionales desagradables; sino también porque suponen un riesgo importante para nuestra salud física y mental. Algunos de los efectos de las rumiaciones mentales que pueden darse en nuestra salud son:
- Debido al aumento de los pensamiento negativos, y a las emociones generadas por éstos (frustración, tristeza…) puede incrementarse el riesgo de depresión; además de prolongar la duración de los episodios ya existentes.
- Crean un círculo vicioso; es decir, mientras más se rumia, más se buscará hacerlo; y fácilmente podemos quedar atrapados en esa dinámica.
- El estilo de respuesta rumiativo se asocia con un mayor riesgo en el consumo de alcohol. En ocasiones se puede recurrir a esta sustancia para acallar, y amortiguar ese diálogo interior que nos genera irritabilidad y tristeza.
- También se asocia con un mayor riesgo de desórdenes alimenticios, debido a que algunas personas podrían usar la comida como una forma de canalizar el estrés que la rumiación les provoca.
- Favorece el pensamiento negativo y catastrofista. Las rumiaciones pueden distorsionar nuestra percepción de la realidad; magnificando nuestros problemas y haciendo que los evaluemos como más graves de lo que realmente son; aumentando así nuestro malestar emocional.
- Impide la resolución de problemas. Por una parte, como resultado del agotamiento mental que generan, nos bloquean para encontrar una solución adecuada a nuestro problema; es decir, nos sentimos como en un callejón sin salida. Y por otra, al tener una visión distorsionada de los hechos, es más que probable que terminemos tomando decisiones equivocadas basándonos en esos pensamientos negativos.
- Afectan la salud física. Rumiar los pensamientos supone un aumento de nuestras respuestas al estrés psicológico y fisiológico; de tal manera que los riesgos de una enfermedad cardiovascular se multiplican.
Cuando nuestro diálogo interno consiste en pensamientos circulares y repetitivos, depende de nosotros mismos el poner fin a éstos.
Pero en realidad, y dada las características de los pensamientos intrusivos, no resulta tan fácil como podría parecer.
El primer recurso que solemos utilizar para deshacernos de las rumiaciones es “obligarnos” a no pensar en ellas; sin embargo cuánto más intentamos apartarlas de nuestra mente más presente las tenemos.
Cuando mandamos la orden a nuestra mente de “no pensar en …” inmediatamente focalizamos nuestra atención en ese asunto, y se produce un fenómeno rebote.
Haz la prueba, intenta no pensar en un elefante rosa… ¿En qué estás pensando en este preciso instante? Como has podido comprobar intentar “no pensar” sobre algo no sólo no funciona sino que hace que nos enfoquemos más sobre ese pensamiento.
Existen diferentes formas para afrontar y atajar las rumiaciones, aunque para que sean efectivas habrá que adaptarlas a las características y necesidades de cada caso concreto, y sobre todo practicarlas una y otra vez hasta que consigamos reducir los pensamientos intrusivos.
Un buena forma de minimizar el papel que tienen las rumiaciones en nuestra salud es a través de la terapia cognitiva.
Aprender a detectar los pensamientos negativos y perturbadores nos permite analizarlos y valorarlos de una forma más racional.
Pregúntate: ¿realmente este pensamiento me está ayudando? Si darle vueltas a ese pensamiento no sólo no te está ayudando sino que quizás te esté bloqueando para encontrar soluciones a tu problema, entonces es el momento de aprender la forma de sustituirlo por otro más equilibrado y realista.
Esto no es nada fácil, ya que requiere mucho trabajo y constancia, sobretodo por la resistencia y el efecto rebote que tienen las rumiaciones. Así que tendremos que armarnos de paciencia y apartarlos cada vez que irrumpan en nuestra mente. Es importante recordarnos que estamos entrenándonos para ser nosotros quienes manejemos a nuestros pensamientos y no al revés, tenemos que ser conscientes de que estamos intentando cambiar un hábito en nuestra forma de pensar, y eso requiere tiempo.
El hecho de intentar reducir las rumiaciones no significa que ignoremos nuestros problemas, al contrario, si lo conseguimos estaremos mucho más centrados, ya que nuestra mente no estará distraída en esas preguntas y pensamientos circulares que sólo nos alejan de una posible solución.
En definitiva, se trata de tener una mejor perspectiva del problema para afrontarlo de una forma más eficaz. Valorar los problemas en su justa medida, nos ayudará a encontrar diferentes alternativas y a planificar mejor las acciones necesarias para solucionar lo que nos preocupa.