
Si te pregunto: ¿Sabes escuchar? ¿Cuál sería tu respuesta?.
La mayoría de nosotros contestaríamos ¡Por supuesto!, e incluso seríamos capaces de repetir las últimas palabras que hemos oído para demostrar lo buenos oyentes que somos.
Sin embargo, la realidad nos indica que uno de los mayores problemas actuales en las relaciones es la falta de comunicación; y esto es debido en gran parte a que no se sabe escuchar a los demás.
Habitualmente entendemos que para escuchar basta con permanecer callados mientras la otra persona habla; pero aunque esto sea un requisito indispensable no es suficiente si lo que realmente deseamos es entender lo que la otra persona está contando.
Necesitamos realizar una escucha activa; y en este proceso no basta con estar ahí y ya está; la escucha activa es otra cosa, e implica voluntad de comprender o ayudar a alguien; interactuar con el otro, sin estar pensando a la vez que me hablan en lo próximo que voy a decirle o en la lista de la compra; se trata sobretodo de transmitir a la persona que me habla que está siendo escuchada y comprendida. De lo contrario, correremos el riesgo de que la otra persona termine por no querer contar sus cosas y evitar la comunicación, deteriorándose nuestra relación con ella.
La escucha activa requiere un esfuerzo consciente por nuestra parte.
Debemos conseguir que nuestro interlocutor se sienta comprendido y libre para expresarse; centrando nuestra atención no sólo en lo que dice, sino en lo que siente.
No se trata de fingir que estamos escuchando; sino de dedicarle a alguien toda nuestra atención y además transmitirle que es así; sólo de esta forma la otra persona se sentirá cómoda para seguir hablando y compartiendo con nosotros sus experiencias.
Pese a que puede parecer que la escucha activa es una tarea fácil, en la práctica no lo es tanto; y tampoco, por desgracia, son muchas las personas que la practican.
¿Por qué? Primero porque requiere un esfuerzo físico y mental que no mucha gente está dispuesto a realizar; la realidad es que a muchas personas les gusta más hablar que escuchar.
Un segundo motivo es que existe una creencia bastante extendida de que para caerle bien a alguien debemos ser interesantes, lo que implica hablar mucho sobre nosotros y escuchar poco; pero se trata de una creencia errónea; ya que lo mejor para caerle bien a alguien es conseguir que se sienta cómodo e interesante, y no que piense sobre ti que «estás encantado de conocerte».
Y por último cuando estamos intercambiando opiniones con alguien lo más habitual es que nuestra mente esté ocupada pensando la respuesta a lo que nos está diciendo; y como muchas veces, damos por hecho que será algo en lo que no vamos a estar de acuerdo, en lugar de prestar atención nos centramos en cómo rebatir ese mensaje.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo que requiere, bien vale la pena entrenar y poner en práctica esta habilidad, ya que proporciona importantes beneficios tanto para quién habla como para quién escucha. Algunos de ellos son:
- Se favorece un clima positivo y de confianza, logrando que la comunicación sea más efectiva.
- Reducimos los malentendidos; ya que con la escucha activa somos capaces de captar el sentido exacto del mensaje.
- Al escuchar activamente a la persona que nos habla le demostramos que respetamos y tenemos en cuenta su punto de vista; lo que le hará sentirse valorada y contribuirá a que nos continúe facilitando información; pero sobretodo a estrechar nuestra relación con ella.
- Aprendemos y adquirimos nuevos conocimientos; a veces creemos que la otra persona no nos puede aportar nada nuevo, pero si escuchamos activamente nos sorprenderemos de lo enriquecedora que puede llegar a ser la conversación.
- Cuando prestamos atención a lo que nos dicen, somos capaces de identificar los objetivos y sentimientos de la persona que habla, confirmar la congruencia de la información dada, solicitar aclaraciones y buscar soluciones a los problemas que vayan surgiendo.
Los objetivos de la escucha activa serían estimular y facilitar la comunicación, así como promover un clima de confianza e interpretar correctamente el mensaje recibido.
Muchas veces no somos conscientes de nuestra actitud cuando alguien nos está hablando; ni del impacto que tiene sobre la otra persona determinadas conductas que lejos de fomentar la comunicación la obstaculizan. Algunos elementos que dificultan la escucha activa serían:
- Distraernos durante la conversación. Parece obvio, pero muchas veces mientras hablamos con otra persona tendemos a hacer otras cosas; como por ejemplo consultar el móvil, lo que resulta bastante incómodo para la persona que nos habla, ya que tiene que elegir entre mantenerse en “espera” o seguir hablando aún cuando no le estés prestando totalmente tu atención.
- Interrumpir constantemente a la persona que habla, hazlo sólo cuando sea imprescindible. Las interrupciones constantes mandan los siguientes mensajes: «lo que tengo que decir es más importante que lo tuyo» o «no me apetece escuchar lo que me estás contando». Cuando practiques la escucha activa deja que sea el otro quién guíe la conversación hacia donde desee; evita interrumpir y derivar la conversación hacia otros temas.
- Juzgar; deja a un lado tus propias impresiones y no impongas tus ideas. Si algo te sorprende, reconócelo pero no descalifiques al otro al dar tu opinión; recuerda que la persona que habla te está expresando sus pensamientos y sentimientos, y no desea sentirse juzgada.
- Ofrecer consejos o soluciones precipitadas, evita el “síndrome del experto”. La mayoría de nosotros cuando hablamos no lo hacemos para que nos den consejos; preferimos encontrar nuestras propias soluciones y tan sólo necesitamos a alguien que nos escuche y nos ayude a descubrirlas. Además cuando alguien nos aconseja de esta forma lo que nos suele transmitir es que desea hablar de sí mismo en lugar de escuchar.
- Quitar importancia a lo que la otra persona está sintiendo («no te preocupes, eso no es nada») sus sentimientos son suyos; en todo caso, valora y agradece que desee compartirlos contigo.
- Contar tu vida cuando la otra persona necesita hablar; a veces cuesta no poner ejemplos personales, pero recuerda que es el momento de escuchar y no de contar batallitas.
- Contraargumentar; por ejemplo, cuando alguien te dice «hoy he tenido un día horrible» y tú le contestas «Pues anda que el mío…» y empiezas a narrar todo lo que te ha pasado; la otra persona, no sólo se sentirá frustrada porque no le has prestado atención, sino que además te quedarás sin saber qué es lo que le ha ocurrido.
Saber escuchar, de forma activa, implica dejar que la otra persona hable, intentar comprenderla y simplemente preguntar e interesarse por sus sentimientos y motivos para hacer las cosas.
En mi opinión, el siguiente texto resumiría a la perfección lo que desea alguien cuando sólo necesita ser escuchado; se trata de una adaptación libre del poema “Escuchar” de Leo Buscaglia:
Cuando te pido que me escuches y
tú empiezas a dar consejos,
no estás haciendo lo que te pido.
Cuando te pido que me escuches y tú me dices por qué
no debo sentirme así
estás hiriendo mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y
tú imaginas que has de hacer algo para resolver el problema
me has defraudado por extraño que te parezca.
Por lo que, haz el favor, solo escúchame
e intenta comprenderme.
Y si quieres hablar,
espera unos minutos
y yo te prometo que te escucharé