La frustración es el sentimiento que surge cuando no conseguimos lo que queremos; se trata de la respuesta emocional que sobreviene cuando nuestros proyectos, expectativas o metas no se cumplen; o nuestros deseos y necesidades no se llegan a satisfacer.
La frustración es una mezcla de ansiedad, angustia, impotencia, tristeza o enfado que aparece cuando no logramos alcanzar nuestros objetivos.
En sí misma es una reacción normal que todos experimentamos cuando las cosas no salen como esperamos o deseamos que salgan. El problema, como casi siempre, surge cuando nuestras reacciones ante la situación que nos frustra nos genera excesivo malestar; y nos aleja, todavía más, de conseguir aquello que queremos.
Las personas diferimos en nuestra capacidad de tolerar la frustración. Algunas no son capaces de tolerar el más mínimo retraso en la satisfacción de sus deseos; y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable; es decir no toleran el hecho de sentirse frustrados. Y otras, sin embargo, han aprendido a gestionarla adecuadamente; consiguiendo así mejorar su perseverancia con el fin de alcanzar sus metas a largo plazo.
La frustración forma parte de la vida; por lo tanto resulta beneficioso aprender a relacionarnos y a gestionarla de forma adecuada.
Trabajar a nivel emocional, y entrenarnos en las estrategias que nos ayuden a tener una mayor tolerancia a la frustración; nos permitirá afrontar de manera efectiva las dificultades y limitaciones que la vida nos presente.
Las personas que aprenden a tolerar la frustración suelen tener un nivel menor de estrés; son capaces de mantener la calma ante los imprevistos, no permitiendo que los problemas les perturben excesivamente; además, son capaces de aceptar con más facilidad que el dolor, el sufrimiento, la incomodidad o el fracaso forman parte de la vida; lo que se traduce en que actúen de manera proactiva e intenten buscar soluciones alternativas que les permitan alcanzar sus objetivos.
En contraposición, las personas cuya capacidad para tolerar la frustración es baja no aceptan que las cosas sean como son; los imprevistos que para la mayoría resultan simplemente molestias desagradables, ellas los viven como verdaderas catástrofes; su percepción de la situación suele ser exagerada y errónea.
Al no soportar el malestar que les genera que las cosas no salgan como ellas desean, tienden a desmotivarse fácilmente; y en su búsqueda del bienestar inmediato suelen a abandonar sus proyectos de forma prematura; sin tener en cuenta los beneficios que podrían tener a medio y largo plazo si lograsen gestionar de una manera diferente sus sentimientos.
La poca tolerancia a la frustración provoca que, ante cualquier incomodidad nos desmotivemos y abandonemos nuestras metas o proyectos; y que nuestros deseos pierdan importancia.
Las personas con baja tolerancia a la frustración suelen confundir sus deseos con sus necesidades; cuando quieren algo, lo quieren ya, sin ser capaces de soportar el tiempo de espera que conlleva lograr un objetivo; es por este motivo que, con frecuencia, la baja tolerancia a la frustración se ha relacionado con la dificultad en el control de impulsos.
Cuando no somos capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de nuestros deseos, corremos el riesgo de convertirnos en personas reactivas que ante las circunstancias adversas adoptan un papel pasivo y negativo; lo que nos genera un estrés innecesario y, en consecuencia, una mayor insatisfacción vital.
Sin embargo, cuando aprendemos a manejar de forma adecuada las frustraciones, nuestra vida resulta mucho menos estresante y plena; ya que podemos enfocar toda nuestra energía en resolver y superar los obstáculos con los que nos encontramos; más allá de la reacción de escape.
Aceptar y entender que la frustración forma parte de nuestra vida es el primer paso para empezar a manejarla de manera más adecuada.
Todas las emociones, aún aquellas que no nos resultan agradables, forman parte de nuestra vida y son reacciones naturales a acontecimientos negativos que nos ocurren; ignorarlas o intentar eliminarlas no sólo es imposible, sino que además nos producirá un mayor sufrimiento emocional.
La aceptación nos permite dejar de luchar contra algo que no podemos cambiar; aceptar la vida tal cual se nos presenta nos ayuda a lidiar mejor con las dificultades; es importante, recordar que aceptar nos sinónimo de resignarse; y por tanto no significa abandonar y dejar de intentar lograr aquello que se desea; cuando aceptas, decides dejar de pelearte contigo mismo y con las circunstancias para pasar a centrarte en la solución del problema
Aprender y desarrollar nuestra tolerancia a la frustración consiste en un proceso de aprendizaje que se inicia desde la misma infancia y que nunca se acaba; requiere paciencia y perseverancia, pero el resultado bien merece la pena, ya que tolerar la frustración significa poder enfrentar los problemas y limitaciones que tenemos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias e incomodidades que nos causen; lo que nos permitirá tener una vida más serena y equilibrada.