
El autoconcepto es la imagen que tenemos de nosotros mismos; es a lo que nos referimos de forma coloquial con: «ser uno mismo». De una forma muy básica podríamos decir que es la respuesta que damos cuando nos preguntamos: ¿Quién soy yo?.
El autoconcepto es el conjunto de percepciones y creencias que tenemos sobre nosotros mismos.
Esta representación se forma y desarrolla a través de la experiencia en muy diversos campos (social, laboral, familiar, académico, físico, etc.); y es fruto principalmente de la relación que establecemos con el entorno, de cómo nos valoramos, de nuestro comportamiento y los resultados que obtenemos y, muy especialmente, de las interpretaciones e interiorización de la opinión que tienen los demás sobre nosotros; es decir, determina cómo vemos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea.
La imagen personal se desarrolla, evoluciona y cambia a lo largo de toda la vida. A partir de nuestras primeras experiencias y con la constante interacción con el entorno vamos aprendiendo a relacionarnos y crear nuestra propia visión de la realidad.
Las experiencias interpersonales y culturales, la forma en que percibimos nuestras competencias, las circunstancias personales y el desempeño de nuestros diferentes roles van moldeando a lo largo del tiempo nuestra autoimagen.
Las personas con una imagen personal positiva de sí mismas son seguras, se ven capaces y eficaces en el día a día, además suelen tener una autoestima sana.
Por el contrario, las personas con un autoconcepto negativo, tienen una percepción de sí mismas distorsionada, son inseguras y suelen actuar a la defensiva ya que se sienten amenazadas con facilidad; lo que contribuye a que puedan presentar síntomas de ansiedad y depresión.
La forma en la que nos percibimos define cómo nos vemos a nosotros mismos como individuos dentro de la sociedad que nos rodea.
A veces nos podemos encontrar con que algunas de nuestras conductas, pensamientos y sentimientos dependen de con quién estemos, de lo que estemos haciendo o de donde nos encontremos.
La mayoría de nosotros actúa de maneras diferentes dependiendo de si están en el trabajo o con amigos; también, algunas personas pueden sentirse relajadas y tranquilas con determinadas personas, pero mostrarse sumamente impacientes y nerviosas estando con otras.
Cuando se activan dos roles contradictorios al mismo tiempo, nos solemos sentir incómodos porque no tenemos muy claro cómo comportarnos.
Sin embargo, estos diferentes aspectos forman parte de nuestro autoconcepto, y necesitamos encajarlos para formar un todo coherente.
Por una parte estas diferentes «caras» solo las mostramos ante situaciones y personas específicas; es decir, están asociadas a ellas y por tanto solo se activan en su presencia; lo que permite que podamos sentirnos cómodos en un rol, aunque implique características muy diferentes o incluso opuestas a las que presentamos cuando se activa un rol diferente.
Otra forma que solemos utilizar para preservar la coherencia de nuestro autoconcepto es usando la memoria selectiva; es decir, con frecuencia tendemos a recordar lo que es congruente con nuestra imagen y “borramos” las contradicciones que puedan existir.
En este sentido, la mayoría de las personas atribuyen su conducta a las circunstancias; y no tanto a rasgos estables de su personalidad (es decir, nosotros somos personas coherentes; son las situaciones las que nos obligan a actuar de forma incongruente). Sin embargo, y hay que tener cuidado con esto, cuando se trata de los demás sucede lo contrario, solemos atribuir su conducta a rasgos estables de su personalidad en vez de a las circunstancias externas; de modo que con frecuencia ( y en comparación con nosotros) vemos a los demás como seres variables e inestables.
Construir un autoconcepto sano, positivo y coherente es posible; nuestra imagen no es estática, sino que cambia a lo largo del tiempo en función de nuestras interacciones sociales, acontecimientos vitales y factores cognitivos diversos.
A partir de los rasgos más importantes para nosotros, construimos un autoconcepto que sea estable a pesar de las circunstancias; desarrollando un sentido unificado y coherente de nuestra propia imagen; que será, lo que nos caracterice y nos haga únicos entre los demás.
Preguntarnos quiénes somos y cómo nos vemos ante la vida; ser sinceros, y emprender el camino del cambio no es fácil, se requiere valor y mucho esfuerzo; por ello, si deseas profundizar en tu autoconocimiento, en ocasiones se hace necesario estar acompañado por un profesional que nos guíe, que nos acompañe y nos enseñe las herramientas necesarias para lograr alcanzar la mejor versión de nosotros mismos.