
Imagino que te ha pasado alguna que otra vez, que tienes que hacer algo pero lo vas posponiendo un día tras otro.
Ya sabes: «ahora no tengo tiempo», «no estoy de humor», «estoy cansada»…. El caso es que te autoconvences de que es mejor dejarlo para mañana porque tendrás más tiempo, más energía, más motivación…
Y la realidad, imagino que también la conoces: mañana será igual que hoy. Porque es muy difícil que, de un día para otro, te apetezca hacer esa tarea que llevas tiempo postergando.
Procrastinar lo hacemos todas las personas, en mayor o menor medida, pero se convierte en un problema cuando es nuestra forma habitual de afrontar una tarea que no nos apetece hacer.
Es frecuente pensar que la procrastinación es el resultado de una mala gestión del tiempo, pero en realidad, la mayoría de las ocasiones es un problema de regulación de las emociones.
Dejamos para luego esas tareas que no nos hacen sentir bien, y es verdad que retrasarlas nos produce un alivio inmediato de ese malestar emocional.
Pero, aquí viene otro problema, y es que a largo plazo nos genera culpa, por no estar haciendo lo que nos habíamos propuesto. Y estrés, porque sabemos que seguimos teniendo esa tarea pendiente y que el tiempo para llevarla a cabo se agota.
Y así es como nos metemos de lleno en un círculo vicioso: procrastinamos para evitar sentimientos negativos pero, terminamos sintiéndonos peor. Salir de ese bucle no siempre es fácil.
Identificar el problema es el primer paso, ¿qué es lo que te desagrada tanto de esa tarea?
Por ejemplo, puede ser que ordenar el armario sea muy aburrido o que ponerte a estudiar te genere ansiedad.
Sea lo que sea eso que te cuesta tanto hacer, analiza qué es lo que te molesta de esa tarea. Y, a continuación, intenta identificar esos autoengaños que te conducen a la procrastinación.
Si no sabes a lo que me refiero, son esas excusas que nos ponemos para no reconocer que no tenemos el más mínimo deseo de hacer algo.
Por ejemplo, acordarte, justo en el momento de ponerte a ello, que tienes que hacer una llamada super importante ; )
Para contrarrestar esas excusas te recomiendo que des un paso más y que te recuerdes la importancia que tiene para ti llevarla a cabo. Es decir, porqué es importante para ti y para qué te has propuesto hacerla.
Conectar y asociar la realización de la tarea con tus necesidades, deseos u objetivos te ayudará a dejar de verla como una imposición, una obligación más que cumplir, y empezar a verla como una forma de acercarte a tu meta.
Ordenar el armario puede ser aburrido sí, pero te hace la vida un poco más fácil cada mañana a la hora de elegir tu ropa; o estudiar para el examen final de una asignatura puede generarte ansiedad, pero es la única manera de aprobar y de estar más cerca de tu meta final, como podría ser dedicarte profesionalmente a lo que te gusta.
El simple hecho de visualizar lo que obtendremos al finalizar la tarea se convierte en una excelente motivación para realizarla.
Como ves, aunque procrastinar afecta a nuestra productividad no solucionaremos el problema centrándonos únicamente en mejorar nuestra gestión del tiempo. No se trata de hacer por hacer, sino de hacerlo con sentido.
Para superar la procrastinación desde esta perspectiva, es importante que desarrollemos habilidades e incorporemos nuevas estrategias que nos ayuden a manejar el malestar emocional de una manera diferente y más saludable.
De esta forma, podremos reducir la necesidad de recurrir a la procrastinación como mecanismo de afrontamiento y abordar las tareas de manera más efectiva.